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Juliana Guzmán
Hace unos días ocupada en las tareas del hogar, Dios me dijo: cultiva tu mente, tu interior. Busqué en la Biblia para entender lo que Dios me habló y encontré el pasaje de la parábola del sembrador. Estudié el capítulo de la Biblia y escribí mis pensamientos e ideas. Al siguiente día recibí un correo electrónico con una promoción de un libro con un título muy parecido a lo que Dios me dijo la tarde anterior. Comencé a leer el libro y a meditar en lo que significa cultivar plantas y entendí que el Señor quiso que aprendiera algo muy importante en este tiempo, al igual que una planta se cuida y se alimenta con agua y luz, mi corazón es ese terreno que se nutre con la palabra de Dios y mi relación con Dios todos los días.
El Señor explicó la parábola del sembrador a sus discípulos. La semilla representa la palabra de Dios y esta es sembrada en diferentes lugares. Cada uno de nosotros somos un terreno en donde se siembra la semilla de la palabra de Dios. La parábola describe cuatro terrenos: un terreno junto al camino, un terreno de pedregales, un terreno entre espinos y una buena tierra. Jesús explicó cómo la semilla no puede crecer ni dar fruto por diferentes razones: no entender la palabra, no tener raíces, es de corta duración, el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y se hace infructuosa. Por último, la buena tierra es el que oye y entiende la palabra y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno. (Mateo 13:23)
El terreno de nuestro corazón debe ser cuidado y debe recibir la nutrición diaria de la palabra de Dios. Es necesario estudiar y profundizar en la lectura bíblica para que tengamos buenos cimientos y el enemigo no pueda confundirnos. Nosotros estamos en un proceso de crecimiento. Somos transformados de adentro hacia afuera. Renovamos nuestra mente con la palabra de Dios, porque esta es espíritu y vida (Juan 6: 63). Es muy importante cuidar nuestro corazón de las distracciones del mundo y enfocar nuestra mirada en Jesús. Al meditar en la palabra de Dios y deleitarnos en ella, seremos “como árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae y todo lo que hace prosperará.” Salmo 1.