(Foto/Archivo)
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro único salvador, le pedimos perdón por nuestros pecados, confesamos ante Él nuestras iniquidades, Él promete perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
Yo era un joven inocente, que no hacía nada malo, según yo. Pero me di cuenta de que Dios no puede salvar al que se cree bueno. Así que le pedí perdón y Él me dio una nueva vida. Me dio la oportunidad de empezar de nuevo. Quitó de mi mente toda culpa, temor y me dio paz. Como un bebé, empecé de nuevo mi vida en el Señor.
Dejé los malos pensamientos, los pensamientos de fornicación, las malas palabras, mi esfuerzo vano por tratar de agradarle por mis fuerzas. Él me dio paz. Me quitó el orgullo y vanidad que me había dado el deporte, porque me creía tremendo jugador de baloncesto. Ahora, mi todo, mi paz y mi satisfacción es servirle a Dios y llevar a otros las buenas nuevas de Salvación.
Jesús viene pronto, las guerras que estamos viviendo, los altos precios, las plagas, los terremotos, los huracanes, la ola de pillaje, el trasiego de drogas tan terrible que le quita la vida a tantos jóvenes de nuestro país, las aberraciones sexuales que estamos viviendo, en donde se aplaude los matrimonios con el mismo sexo y las conductas desviadas de lo moral, todo esto nos dice que este mundo necesita un cambio: tornarse nuevamente a Dios.
Esta es tu oportunidad para ser un hombre y una mujer nueva. Dios te perdona, se olvida de tus pecados y pone en ti paz. Ríndete a Él. Él te ama tanto que murió en la cruz para salvarte y darte vida eterna.